martes, 25 de marzo de 2014

El Fiero Paso del Dragón - Herencia - Conclusión


Pícaro, apuesto y sagaz
Raudo es el amo del disfraz,
Mil mujeres llegó a enamorar
Su huella en Glorantha nos dejó

Aunque desde fuera aparentaba seguridad y sosiego, Raudo estaba realmente asustado. Sus piernas temblaban sin que él pudiera hacer nada por evitarlo, era por eso que canturreaba la vieja canción dentro su cabeza a modo de mantra. Sí, él era un pícaro, un embaucador, pero una cosa era engañar a una cortesana para que le dejara jugar bajo sus enaguas y otra era engañar a un Dios, o peor aún, a dos.

A un dragón llegó a engañar
¡Lastima! Dejó de funcionar, 
el hechizo que le hizo capaz
Su huella en Glorantha nos dejó

Sin embargo la cuarteta que acababa de cantar, en vez de aliviarle de sus temores, los había acrecentado.  ¿¡A un dragón llegó a engañar!?, ¡Lástima! ¿¡Dejó de funcionar!? ¿¡Dejó de funcionar!? ¿No podría haber elegido otra canción para relajarse? - Se preguntaba Raudo - otra cualquiera, la Balada del Bandido, por ejemplo.

¿Y si su engaño no llegaba a funcionar? Vale, hace años, cuando el dragón se dio cuenta del ardid, su furia fue terrible y apenas lograron escapar por los pelos. Pero no era a un dragón cualquiera al que iba a engañar hoy. Se trataba de Shiro, el Dios Dragón, y de regalo también estaba la temible Sirina.

Demonios, deja de pensar así o todo se irá al garete. No era el momento de tener dudas, era el momento de actuar - Además, ¿qué era lo peor que le podía pasar? ¿Morir? - Se dijo Raudo bromeando consigo mismo - La muerte no es nada comparada con una horda de maridos resentidos, y de hasta eso había salido Raudo.

Se suponía que el plan marchaba a las mil maravillas, pero por mucho que el archimago le dijera que estaba todo controlado, él no lo tenía tan claro.

Darrell, Lady Tessa y Raudo estaban en la Penumbra, un plano dimensional del cual desconocían todo excepto su nombre. Estaban en el centro de un circulo, desarmados y rodeados por dos centenares de hombres con máscaras demoníacas. Frente a ellos estaba la Diosa Sirina hablando a través del cuerpo de Awender, con su amigo Tae a sus pies, maniatado y malherido y por si fuera poco les acompañaba Al-thair. El altivo lunar de ojos perfilados era el sumo sacerdote de la Diosa. Se trataba de un hombre suficientemente poderoso para ser considerado como un gran contrincante por sí solo.

Fue precisamente Al-thair, con su larga perilla y ataviado con túnica esmeralda, el que tomó la palabra.

  - Por si no os habéis dado cuenta, os estábamos esperando - el Sacerdote de Sirina rompía así el silencio – ¿Ha sido agradable el viaje? ¿Algún inconveniente? Espero disculpen el recibimiento, pero tenemos que estar seguros de vuestras intenciones. Así que, díganme, ¿qué creen que han venido a hacer aquí?

  - Venimos a hacer un trato – Respondió rápidamente el mago - Podemos liberar a vuestra Diosa de su prisión... A cambio, claro, de liberar a nuestros amigos. El maltrecho cuerpo de nuestro amigo Awernder no aguantará mucho, todos lo sabemos. También sabemos que no tiene porqué ser bueno para vuestros fines.

Siendo dos los Dioses que están ahí dentro encerrado, puede pasar cualquier cosa si Awender muere. Quizás los dos se libren. Quizás uno de ellos quede atrapado para siempre en el cuerpo inerte de nuestro de amigo. O quizás - Darrell miró fijamente a los azulados ojos de Awender - ninguno logre escapar. Y, sinceramente, no creo que podáis correr el riesgo de perder a vuestra Diosa – Al-thair escuchaba sin mostrar emoción alguna

Ofrecemos sacar a tu Diosa del cuerpo de nuestro amigo y meterlo en el cuerpo de esta joven – Darrell señaló a Lady Tessa, que aún amordazada y maniatada mostraba su disconformidad pataleando y gimiendo todo lo que podía – Y una vez allí, dispondríamos de más tiempo para liberarla de su cautiverio.

  - ¡Callad! - la contestación del Sacerdote fue sonora y rotunda - ¿Creéis que somos estúpidos? Vosotros no vais a hacer nada, nada en absoluto. No os vais a acercar al cuerpo de mi Diosa. Os diré lo que haremos. Nos sentaremos a esperar el tiempo que haga falta hasta que las pocas fuerzas que le quedan a tuu amigo se terminen de esfumar. Esperaremos a que se consuma hasta que la muerte venga a por él y entonces y solo entonces podré fiarme de vuestra palabra y de vuestros actos ¿Cuanto tiempo creéis que le queda a vuestro amigo?, yo diría que muy poco.

  - Mira amigo – Intervino Raudo ante una larga mirada de desaprobación de Darrell – No creo que tengamos que tensar tanto la cuerda, ¡Siempre hay otra manera de hacer las cosas! Simplemente necesitamos un objeto que tenemos en el barco, sólo eso y Sirina podrá salir del cuerpo de Awender, ser libre, sin necesidad de transvasarse al cuerpo de Lady Tessa ni nada por el estilo.

  - TE REfieRES A EsO – Dijo Sirina señalando el ataúd de Alias mientras sus sirvientes lo sacaban de las bodegas del barco – ¿CREiais qUE No lO SaBÍAMos? ¿CreEis QuE sE Nos ESCaparíA Un SEPulCRO DE ALGuieN tAN ESPECIal? ¿EL SepulCRO de ALGuiEN Que PuedE CONTeneR UN DiOS en SU INTERioR y QUE POr TANto EstÁ CONStruidO PaRA PODer RETeneR a UN DIoS? - La Diosa hizo una pequeña pausa - ¡NO SErÉ Yo LA qUE acaBE ALLí DENTro, PEro GRaciAS Por TRAerlO!

Al-thair hizo una seña para que acercaran aún más el sarcófago hasta colocarlo al lado de Sirina. El lunar agarró con una mano el cuerpo de Awender y con la otra tocó el féretro. Comenzó entonces el Sacerdote, ante la pavorosa mirada de Darrell, a balbucear una larga y repetitiva plegaria. La repetía una y otra vez, una y otra vez, hasta que el cuerpo del sacerdote y todo lo que le rodeaba comenzó súbitamente a brillar.

XXX

Awender apenas podía soportar ya el castigo que el temible Dragón le infringía. Con la rodilla apoyada sobre el suelo de la arena trató de levantarse, pero no tuvo fuerzas y su cuerpo se desplomó. Sabiéndose vencedor, el Dragón avanzó lentamente para deleite de Shiro, que desde su enorme trono disfrutaba con el sufrimiento de su carcelero.

Awender esperaba el abrasante final que le llevaría de nuevo a reiniciar el ceremonial. A una nueva muerte, a una nueva lucha, a una nueva y más amarga derrota. No estaba seguro de poderlo aguantar de nuevo. Quizás había llegado el momento de darse por vencido, dejarlo de una vez, descansar para siempre… Pero en vez del calcinador aliento del Dragón, lo que sintió fue una mano sobre su hombro.

Al girarse, vio la oscura calva de Al-thair y su afilada perilla. Era la imagen del sirviente de Sirina, de su enemigo al fin y al cabo. Sin embargo, de alguna manera, su visión le hizo sentirse arropado.

  - Es el momento Awender – dijo entre susurros el sacerdote – Es la hora de liberarlo, de soltar al Dragón.

  - ¿Cómo puedo confiar en vosotros? – el abatido asesino apenas podía hablar, apenas podía pensar - ¿Cómo puedo confiar en ti?

  - Sabes que todo lo que te conté de tu amigo es cierto – Dijo Al-thair mientras le refrescaba la cara con un paño húmedo - Hazte un favor, haz un favor a tus amigos, a tus verdaderos amigos y suelta al Dragón.

Awender miró más allá del sacerdote, buscándola. Primero encontró su larga y rizada melena pelirroja. Estaba tras una de las puertas del anfiteatro, luego vio su rostro, su cuello, sus labios – Alias – susurró. Sabía que no era más que una imagen de su subconsciente,  de sus más profundos deseos y temores, pero aún así no podía dejar de mirarla, de buscar en sus ojos una respuesta.

Ella le devolvió la mirada, una mirada triste, una mirada que presentía muerte, una mirada tan amarga, que sólo podía significar una cosa.

XXX

Un enorme haz de luz salió del cuerpo de Awender. Pasó a través de Al-thair hasta introducirse en el interior del sepulcro de Alias, atravesando la tapa que permanecía cerrada. El cuerpo de Awender dejó de brillar, sin embargo su aspecto seguía siendo terrible.

  - MuCHo MEjor – Era la voz de Sirina la que salió por sus labios – HaBÍA demasiADA GenTE aQUÍ DentrO ¿Y EsaS CarAS? ¿AcaSO PenSABAIS quE VUEStro AMIgo RecUPERAríA EL conTROL DE Su CuerPO AhoRA QuE SolO ESTAmos LOs doS? ¡JA JA JA! Su VOLUtaD Es GrandE sÍ, PErO Su ESPÍritU NO PueDE LucHAR Ya, EStá agotaDO.

Los puños de Darrell comenzaron a temblar de rabia, su cara se descompuso de la ira

  - ¡Maldito Awender! - La voz de Darrell sonaba agria, agrietada - ¡Maldito traidor! ¡Te dejé bien claro lo que tenías que hacer! ¡Te lo dejé bien claro!

  - CaLLA HumANO MENtiroso y LadróN

  - ¡Sirina, aún nos necesitas! – Cortó Raudo en un tono dubitativo tras oir las palabras que Darrell había dicho de su amigo – El mago puede entrar y hablar con Awender. Seguro que puede convencerlo para dejarte libre de alguna manera. Mira, te sacamos de ese cuerpo y listo, todo olvidado.

  - nO – Las facciones de Awender eran ahora dantescas, Sirina debía estar muy enfadada – QuierO recUPERAR lO que ME RobÓ. PEro SoBRE TOdo LE Quiero a ÉL. Quiero al LadrÓN, DadmeLO ParA AcaBAR cON ÉL y ENTOncES PODréIS MarcHAR

  - ¡Eso nunca! - Bramó Raudo – Juntos seguro que podemos hacer algo, podemos llegar a un acuerdo, pero no nos puedes pedir eso. Darrell es nuestro amigo, moriremos antes de hacer lo que pides. Vamos - Raudo miró al sacerdote - Confía en mí, si trabajamos juntos, [...]

  - ¿Acaso creéis que vamos a fiarnos de vosotros, de cualquier acuerdo que nos ofrezcáis? - Interrumpió el sacerdote - ¿De ti, embaucador? - los pequeños ojos del Sacerdote brillaban con rabia y desprecio – Os hemos seguidos los pasos desde la reunión en la taberna, os conocemos muy bien. Lo siento, pero no vais a poder salir todos de aquí, queremos al mago. El resto podéis dar media vuelta y partir.

  - Si no salimos todos – Se apresuró a decir Raudo con gran determinación - No saldremos ninguno, no al menos sin luchar.

  - Realmente es fascinante – La media sonrisa que Al-thair mostraba parecía hasta cierto punto sincera – Dime Darrell, ¿Cómo lo haces? ¿Cómo consigues unos amigos tan fieles a pesar de todo?

Darrell comenzó a hacer un leve movimiento de manos del que el Sacerdote se percató inmediatamente.

  - Ni se te ocurra Darrell, una señal mía y estás muerto – dijo el lunar - Lo cierto es que llegado a este punto, no sé si deberíamos acabar contigo o proponerte como sumo sacerdote ¿No le has hablado a tus amigos de lo que robaste a la diosa Sirina? ¿No les has hablado de tus planes? ¿De esas reliquias de Mohander? Sí, habéis oído bien, reliquias de Mohander, ese dios al que desterrasteis de Glorantha hace tantos años.

Las facciones de Raudo y Tae cambiaron ante la revelación del Sacerdote.

 - Veo que no, veo que no les has hablado de ello. ¿Porqué no les cuentas la razón que te llevó a robar las reliquias que Sirina guardaba? ¿Porqué no les dices la verdad, que quieres traer de vuelta al Caos y que les estás utilizando para ello?

  - ¡Por las mil putas de los mares Darrell! -  Tae, malherido, no podía dar crédito a lo que oía. Con las pocas fuerzas que tenía levantó la cabeza para mirar directamente a los ojos del mago - ¡Dime que es mentira! ¡Dime que después de todo lo que pasamos juntos no has hecho eso! ¡Dilo o juro por la Gran Diosa que seré yo mismo quién te mate con mi hacha!

  - No. No. ¡No! - Una lagrima surcó la mejilla de Raudo por segunda vez en apenas unas horas sabiendo en lo más profundo de su ser que lo que decía el lunar sobre despertar a Mohander era cierto. Devastado se dejó caer al suelo de rodillas – No, no puede ser. Íbamos a encerrar a Sirina en el cuerpo inerte de Alias y después ¿¡Por todos los dioses Darrell, qué has hecho!?? ¡Dí que no es verdad! ¡¿Dime qué locura te ha llevado a eso?!

Pero Darrell no negó nada. Simplemente se quedó quieto frente a ellos, embulléndose más y más en la oscuridad de su túnica

  - No lo entendéis – Dijo por fin - Vuestro concepto de la vida es tan limitado, que no sois capaces de comprender más allá del plano más mundano. Las guerras, las luchas, las aventuras, ¿A quién importan? Lo importante es el conocimiento, perdurar, vivir para siempre, lograr sobrevivir hasta ser todo conocimiento.

Los imperios pasan, los dioses se olvidan, pero el Caos. El Caos siempre vuelve. Mohander no puede ser destruido, no puede ser vencido para siempre. ¿Sabéis porqué? Porque la vida es Caos, porque los hombres son Caos y desde el primer minuto de vida del mundo hasta el último, el Caos estará presente.

  - ¡Te arrancaré las agallas con mis propias manos – Bramaba Tae mientras golpeaba con sus cadenas el suelo – ¡Soltadme! ¡Suéltame Sacerdote y juro que Sirina no tendrá más que despojos después de acabar con él!

  - Vamos amigos – Retomó la palabra Darrell, ignorando la furia de sus amigos, en un tono que pretendía ser amistoso - Las señales en Glorantha son claras, seguro que os habéis percatado. Aunque yo no hiciera nada, él va a volver pronto. El Caos se expande de nuevo y su Señor acudirá a su llamada. Mohander volverá, hagamos lo que hagamos aquí y ahora. Estáis a tiempo de uniros a mí, de uniros a Mohander. Vamos ¿Acaso creeis que Sirina es mejor? Ella también lo sabía, fue gracias a ella que supe de la vuelta del Caos, la posicionándose, ansiando su vuelta.

Si no somos nosotros los que le despertemos, será ella... Vamos, no me podéis abandonad ahora, aún tenemos una oportunidad, aún tengo un as en la manga ¡Creed en mí! ¡Confiad en mi! ¡Solo hacía falta un pequeño empujón, un pequeño sacrificio divino! ¡Alimentémoslo con otro Dios para hacerlo despertar y tener al más poderoso de los dioses de nuestro lado!

  - Por... por eso buscabas encerrar a Sirina en el cuerpo Awender, ¡¿Para ofrecérsela a Mohander como sacrificio?! - Raudo no podía dejar de sollozar y negar con la cabeza, ¡¡Nos has utilizado una vez más!! - ¡Cómo había podido caer una vez más en las mentiras del mago!

  - ¡Escúchame Raudo, escúchame y abre la mente! - Bramaba desde lo más oscuro de su ser Darrell – ¡No lo ves! ¡Es inevitable, de una manera u otra y el sacrificio es inevitable! ¡Preferís el sacrificio de un Dios o el sacrificio de miles y miles de hombres! Vosotros elegís. Es ella o los miles de muertos que provocará Sirina con las lluvias! Contéstame Raudo ¿Estáis con ella o conmigo?

  - Definitivamente, eres mejor embaucador que mago – el hilo de voz de Raudo apenas era audible - No podemos estar contigo esta vez, no importan las consecuencias Darrell. Eres un monstruo, no puedo estar a tu lado. Esta ha sido tu última mentira – Las palabras salían de los temblorosos labios de Raudo con gran dificultad – No te reconozco. Tú no eres nuestro amigo. Tú no eres Darrell, sólo un loco

Ninguno de los presentes habría pensado que Darrell pudiera hablar así. No era ya sólo lo que decía, era también en tono, esa mirada turbia y enferma. Era prácticamente imposible reconocer en el despiadado y ambicioso hechicero que tenían en frente la imagen inocente y pueril de ese joven mago al que conocieron tanto tiempo atrás

Raudo siguió hablando sin poder contener las lágrimas, pero esta vez le hablaba a Sirina

– Déjanos marchar y nos iremos sin mirar atrás, haz con el hechicero lo que quieras, pero libera a mis amigos. Deja libre a Tae y hagamos lo que sea para que puedas salir del cuerpo de Awender, después de lo que acaba de pasar dudo que ponga impedimento alguno en hacer lo que sea para liberarte.

XXX

Sin mirar atrás, Raudo recogió el maltrecho cuerpo de Awender entre sus brazos y con Tae ayudado por Lady Tessa pusieron rumbo al barco que les había traído hasta la Penumbra.

Mientras el barco comenzaba a alejarse entre la niebla y pasaba bajo la atenta mirada de las gigantescas efigies de los todos los dioses del mar, en tierra, la Diosa Sirina ya libre de su cautiverio se encaró a Darrell.

  - No eres más que una hormiga – Dijo con el tono susurrante y peligroso de la mar – una simple hormiga que ha querido jugar a ser dios. Pero no lo eres, ni siquiera eres una hormiga reina. Eres una despreciable y estúpida hormiga recolectora. Tan despreciable que hasta tus amigos, el resto de las hormigas, te han dado la espalda. Me hubiera gustado que vieras tu cara al verlos marchar, al verles pedir clemencia ante mí, al oír como tu amigo Awender suplicando que se hiciera el ritual para liberarme. Ha sido dulce ver como te deseaban la muerte y hasta se ofrecían ellos mismos a matarte.

Podría haber acabado con ellos, pero he disfrutado y voy a disfrutar mucho más así. Al fin y al cabo no son más que hormigas, hormigas que se ahogarán cuando eche agua sobre su hormiguero. Créeme que entonces será más divertido y útil su sacrificio.

Dime, Darrell – Prosiguió la vengativa Diosa - ¿Dónde están mis reliquias? ¿Dónde las has escondido ¿No piensas hablar? No te preocupes, tengo muchas otras formas de hacer que me lo digas.

¿Sabes? Me has encerrado, me has humillado, me has robado y has intentando engañarme. Te aseguro que te espera una eternidad de dolor y sufrimiento, te aseguro que vas a desear la muerte como no has deseado nada en vida.

El silencio era la única respuesta que recibían las palabras de Sirina. Silencio y una sonrisa, cada vez más y más amplia, que acabó convirtiéndose en una enorme y sonora carcajada.

  - ¿Qué es lo que te hace tanta gracia, hechicero? – Preguntó la Diosa fuera de sus casillas.

  - Estaba recordando una vieja canción, casi tan vieja como tu – Comenzó a decir el mago riendo mientras su imagen, por un momento, pareció parpadear – ¿Sabes?, me gusta mucho. Es muy famosa en el Paso del Dragón, ya sabes cual es, ¿verdad? Estaba pensando que quizás hubiera que cambiar unos versos, creo que quedaría mejor:

¡A un Dios llegó a engañar!
¡Lastima! Dejó de funcionar, 
el hechizo que le hizo capaz,
Su huella en Glorantha nos dejó

Cuando acabó la rima ya no era Darrell a quién la Diosa tenía delante. Era el pícaro, el embaucador de Raudo. El hechizo había dejado de funcionar y había vuelto a su forma original.

Sirina gritó fuera de sí, comprendiendo el engaño, pero ya era tarde. Para confirmarlo, justo en ese momento se oyó un monstruoso estruendo que hizo temblar a toda la Penumbra.

Antes de que la Diosa o sus sirvientes pudieran reaccionar Raudo, con un rápido movimiento, saltó abriendo la tapa del sarcófago de Alias. El mismo sarcófago que había sido alimentado hacía unas horas con el Dios Dragón. De él comenzó a salir una terrible y gigantesca montaña de podredumbre y herrumbre, una montaña de Caos y maldad. Una montaña que arrasaría con todo lo que encontrase en este plano.

XXX

Desde el barco, al otro lado de la Penumbra, el verdadero Darrell había cerrado con toda la magia que había logrado aprender en estos años el nexo que la unía al resto de planos de este mundo. Había logrado encerrar en la Penumbra a Mohander, evitando que volviera a expandir el Caos de nuevo por Glorantha. Y allí se quedaría hasta el fin del tiempo y del espacio. También había acabado con el temible Dios Dragón y posiblemente Mohander se habría encargado ya de acabar con la malvada Diosa Sirina. Había logrado también rescatar a sus amigos. Bueno, a casi todos ellos.

En el barco ni Awender, ni Tae ni tan siquiera Lady Tessa terminaban de comprender lo que había pasado, ni desde cuando había tenido lugar el gran engaño. Estaban aún perplejos con el cambio de aspecto de Raudo y aún no eran conscientes de la gran victoria que acababan de presenciar frente al Caos.

  - Es una historia larga de explicar – es lo único que acertó a decir Darrell ante las miradas atónitas de sus compañeros – Pero lo importante ahora es rezar para nuestro amigo haya logrado engañar hoy también a la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario