viernes, 14 de febrero de 2014

El Fiero Paso del Dragón - Herencia - Primera Parte

Awender despertó sobre un frío suelo de piedra. Todavía sentía las heridas de la batalla en la que acababa de participar; estaba magullado y apenas podía mover el brazo derecho. Se levantó y miró a su alrededor. La noche terminaba y despuntaba el alba. Se encontraba en un campo yermo, miró al cielo, las estrellas comenzaban a desaparecer, estrellas que no reconocía. Volvió la vista a la tierra para observar a lo lejos una reluciente construcción. Decidió andar hacia ella.
En un primer momento le había parecido  que se encontraba a varios días de viaje pero para su sorpresa en unos minutos se encontraba delante de un inmenso palacio de marfil y cristal. El castillo estaba enclavado en lo alto de un risco y solo se podía acceder a él a través de un reluciente puente.
El guerrero avanzaba por las desnudas y amplias estancias del palacio mientas ascendía por inmensas escaleras. Sentía la necesidad de que tenía que encontrar algo entre esas paredes aunque no sabía decir exactamente el qué. Entonces llegó a lo que parecía la sala del trono. Una estancia más grande que el resto, con unos pilares tan altos como montañas y una paredes tan relucientes que el guerrero se reflejaba en ella. El asesino andaba por la sala, el sonido de sus pasos rebotaba contra las paredes lo que hacía creer a Awender que no estaba solo. Una gran balconada al final de la sala permitía ver la vista que se escondía detrás del palacio; un inmenso lago de agua cristalina donde en ese momento y a lo lejos los dos dioses que Awender conocía muy bien seguían luchando.
- Buenas noches, viejo amigo - Awender reconoció inmediatamente la voz que venía detrás de él y se giró con una mueca de alegría en su rostro. 
- Darrell. Me alegra verte -. 
Sin duda el más joven de los compañeros era el que peor había envejecido. Cierto que aún conservaba algunos rasgos de aquél  enjuto y aniñado joven que era Darrell en el momento de su primer encuentro  pero también era cierto que estos rasgos quedaban ocultos la mayor parte de las veces por la cantidad de arrugas que tenía en la cara y en las mano y su pelo encanecido. Detalles que no pasaban desapercibidos a Awender.
- ¿Te encuentras bien, niño? - Ambos se fundieron en un fuerte abrazo. - Te encuentro bastante desmejorado.-
Darrell sonreía, con un gesto de la mano invocó dos sillas de cristal e invitó a su amigo a tomar asiento. 
- En los últimos años he estado estudiando y lidiando con magias muy peligrosas. Fuerzas de la naturaleza que agotan el alma y el cuerpo. Pero me encuentro bien.-
Tras unos segundos de silencio. Awender soltó la pregunta que le recorría la cabeza desde el momento en que se despertó.
- ¿Estoy muerto?-
- Si por muerto te refieres a que tus días de dolor y lucha han acabado me temo que la respuesta es no.
El asesino miraba la estancia. Aunque nunca lo reconocería, guardaba la esperanza de que ese último acto heroico hubiera servido para acabar con la amenaza de los dos dioses y ya de paso purgar muchos de sus antiguos pecados.
Darrell volvió a romper el silencio. -¿Reconoces el sitio?-. Awender dudó por un momento y Darrell continuó hablando. -Esta fue la morada del Innominado durante decenas de años, aquí luchamos y vencimos a los seguidores del dios Moander. Sin duda nuestra más legendaria herencia.- Awender miraba a su amigo. Sin duda conocía el sitio pero era como si su mente hubiera necesitado de una pequeña ayuda para recordarlo. Eso le desconcertaba; y el desconcierto le enfadaba.
- ¡Que haces aquí Darrell!. Tenemos encerrados a Sirina y Shiro. Ningún daño pueden hacer ya.-
Darrell miraba fijamente a su amigo. -Te mueres compañero. Ningún humano puede aguantar la esencia de dos dioses, ni siquiera tu. Y cuando mueras...-, - se volverán a liberar - Awender acabó la frase.
- Necesitamos encontrar a alguien que comparta contigo la carga -Darrell no paraba de mirar fijamente a su amigo.
- ¡Alias!- Awender lo dijo con la certeza de alguien que da con la solución de un problema.
- Alias está muerta, amigo mio-
-¡Es verdad!-. Awender se reprochaba no recordar eso. Se tapó la cara con ambas manos. - ¿que me está pasando, Darrell?. 
-Es este sitio. Igual que le pasó al Innominado, afecta a tus recuerdos. Por eso debemos darnos prisa. Debemos encontrar a la otra persona que puede ayudarte a sobrellevar esta carga y así liberarte de esta cárcel.-
Entonces Awender comprendió a quién se refería Darrell y fue como si cien dagas le atravesaran el pecho.
El guerrero se levantó de su asiento tirándolo al suelo. - ¡Jamás!, ¿te enteras?, ¡JAMAS! - 
El hechicero miraba impasible como su amigo le miraba apuntándole con el dedo, con un rictus de odio en la cara. 
-¡No me he pasado los últimos años de mi vida protegiéndola para que ahora los de tu calaña le pongan la mano encima!-.
Darrell siempre había intuido el odio que Awender sentía por los hechiceros, desde luego entendible, sobre todo, a partir de lo que descubrió con el tatuaje. Y al fin y al cabo, aunque su amigo, él era uno de ellos.
-Awender, ten en cuenta... -. -¡NO!, ¡escúchame bien!. ¡No digas nada, no quiero que me engatuses con tus hechizos!- Awender cogió la silla tirada en el suelo y la lanzó contra Darrell. Esta, atravesó la figura del hechicero estrellándose y rompiéndose en mil pedazos contra la pared.
Awender cayó de rodillas. El odio y la impotencia recorrían su cuerpo. Golpeó con su manos desnudas el brillante suelo de la sala hasta llenarlo de rojo sangre. Darrell se acercó y le puso la mano en el hombro a su amigo.
- ¿Por qué ella Darrell?-
- Es tu hija Awender, comparte tu maldición. Ahora mismo ella es la única esperanza de Glorantha-
Awender se volvió a levantar y miró fijamente a los ojos azules de su amigo.
- Prométeme que vivirá -
- Os prometo que, ambos, viviréis -
Awender miró al infinito, hacia la encarnada lucha de ambos dioses.
...
Tae y Raudo observaban atónitos los cuerpos de sus dos amigos. Ambos sentados en sus respectivos asientos dentro de un círculo de velas. Solo habían pasado un par de días de su encuentro con Darrell y unas cinco horas desde que el hechicero entró en trance. Desde entonces ningún gesto, ningún movimiento hasta que de pronto y sin previo aviso, Darrell volvió a abrir los ojos y sonriendo se dirigió a sus amigos.
-  Recoged las cosas, partimos hacia Glamour -
[continuará]

1 comentario: