viernes, 10 de enero de 2014

La Chica de Caterham - Segunda Parte


Quien más y quien menos ha vivido alguna experiencia similar en algún momento de la vida. Me refiero a ser víctima de una casualidad próxima a lo milagroso. Para algunos, que estamos mejor dotados que otros para los cálculos matemáticos, nos es más fácil comprender lo maravilloso de esas coincidencias casi mágicas. Tanto que siempre buscamos el por qué de ellas. Pero para la mayoría, la casualidad es simplemente eso: una casualidad sin mayor significado que ninguno. Sin patrones o significados ocultos.

Quizá fue por eso por lo que el doctor Lorrenz tardó tanto en pensar en ello. Él siempre fue un hombre más versado en descifrar los misterios de la mente humana que en advertir patrones aleatorios de posibilidad. También ayudó, sin embargo, que Lorrenz no conociese a fondo la historia de Lady Weapon. O que lo hubiese cegado la emoción ante lo que parecía el primer paso en firme de su investigación.

- ¿Qué…? – casi puedo imaginar la voz del doctor temblando ante la expectación - ¿Qué puedes decirme de esa mujer, Olvido?

- Que soy yo…

Y me consta que eso y nada más fue lo único que consiguió Lorrenz sacar en claro de la joven. Cuando llegó el momento de acabar con la sesión y de regresar a su habitación, Olvido le hizo una peculiar petición al doctor.

- ¿Puedo quedármela?

Por lo que sé, Larranz le concedió ese pequeño capricho. Si ese fue el primero de los errores que más adelante iría cometiendo el buen doctor, no lo tengo aun muy claro. En cualquier caso, en Silverwood ninguno de los pacientes es considerado peligroso y no existen fuertes medidas de seguridad al respecto.

Uno de los guardias del turno de noche reportó al día siguiente que Olvido había pasado la noche en vela, con la mirada fija en la diapositiva. No fue la única en perder el sueño: el propio doctor Lorrenz se quedó trabajando hasta la madrugada, investigando el personaje de Lady Weapon. En aquel momento, sabía lo mismo que la mayor parte de la gente: era alguna clase de superhéroe de cómic de la cual habían hecho varias películas bastante taquilleras. Su éxito había sido tal que incluso Lorrenz, a quien en realidad nunca le gustó demasiado el cine… ni los superhéroes, reconoció el iconográfico traje de la joven. La imagen que había hecho reaccionar a la joven debía ser un fotograma sacado de una de sus películas y Lorrenz comenzó a indagar.

Tras un par horas de teclear en buscadores de Internet, el doctor se había convertido en un improvisado experto en la materia: descubrió que el personaje había sido creado por un autor polaco, llegado a Estados Unidos durante la década de los treinta. La historia de una mujer venida del espacio, aparentemente humana pero dotada de asombrosos poderes fue una de las primeras referencias superheroicas del siglo veinte. Luego vendrían muchas más pero Lady Weapon – bajo la frase por la que era siempre definida “la mujer más poderosa del mundo” – se convertiría en un icono del imaginario popular.

¿Por qué ese personaje de ficción había despertado ese sentimiento de identificación en Olvido? Imagino que esa pregunta fue la que llevó a Lorrenz a seguir indagando en la historia ficticia del personaje. Como profano, el buen doctor sólo conocía los detalles que todo el mundo había oído en algún momento de su vida: que era superfuerte, que podía volar y lanzar poderosos rayos de energía… y que ocultaba su rostro bajo una máscara.

¿Pueden imaginar el escalofrío que sintió Lorrenz al descubrir cual había sido la primera historia de Lady Weapon? Aquellas tiras de prensa iniciales mostraban cómo un joven científico conducía su coche a través de un bosque hasta tropezar – y casi atropellar en el camino – a una misteriosa joven, desnuda y sin recuerdo alguno de sus orígenes.

Estén seguros de que, al menos por un segundo, pasó por la cabeza del doctor la idea loca de estar ante la auténtica y genuina Lady Weapon. Imagino que no tardó en llegar a una conclusión más sensata y “científica”: quizá la Olvido pre-amnesia conocía bien la historia de Lady Weapon y, al ver su imagen, el paralelismo entre su situación y la primera historia de la superheroina provocó esa respuesta identificativa.

Como digo, las casualidades son la cómoda excusa con la que justificamos muchas veces lo milagroso. Pero, ¿fue casualidad que Lorrenz, cansado de probar la terapia de estimulación visual mediante las tarjetas básicas que indicaba el protocolo quisiera probar con imágenes aleatorias? ¿Fue casualidad que el doctor no tuviese tiempo para preparar las dispositivas por sí mismo y que tuviese que pedir ayuda para ello?

Casualidad o no, hace cinco días, Lorrenz apareció a eso de las tres de la madrugada por el piso que ambos compartíamos y me preguntó…

- Cuando hiciste las diapositivas ¿de donde sacaste la imagen esa de aquella superhéroe?


En ese punto, entré a formar parte de la historia de Olvido. Aunque en ese momento no podía imaginarme que acabaría implicado hasta el punto en el que ahora mismo estamos.

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